Por un desierto errante
anda mi corazón revuelto,
e inundan mi pecho arenas blancas
secando las emociones y partiéndome el alma.
Avanzan las dunas de la duda
como cíclopes devoradores de sueños
y el viento, ese doloroso viento que
traspasa como agujas cualquier pensamiento.
Son invisibles las huellas que dejo por el vasto paisaje
el tiempo,
con mis pies descalzos de eterno viajero.
En las noches frías, cuando todo es hielo
mis ojos cerrados adivinan y vuelan,
persiguen sin tregua tu larga silueta
de ingrávidas nubes, tal vez de estrellas.
Mas ya no te siento.
Tal vez has oído el dulce lamento
de la sirena del puerto,
donde no hay arenas
ni dunas,
desiertos,
ni alfombra de estrellas
ni soles que abrasan.
Solo el canto que mece
velando tu sueño.
Dame de tus ojos el mar en calma
aspira de mi aliento el perfume doloroso,
descansa sobre mi piel
los besos de alas de angel
y amplía con tu cuello
el círculo protector.